Hablar de estilo es hablar de condiciones naturales que definen a quien realizó determinada obra. El estilo siempre es propio e inherente a la obra de arte y es el resultado del equilibrio y la combinación singular que el compositor realiza con determinados elementos. Sin estilo, la obra en sí misma no existe. Nada tiene que ver el estilo con las tendencias dominantes de determinada época, porque el mismo no está en las tendencias sino en los elementos que la expresan. Para Schoenberg (1874-1951), aquel que conozca sus condiciones naturales podrá decir de antemano cómo será exactamente la obra terminada, cuando todavía no lo está viendo más que en su imaginación. De estas facultades dependerá el estilo de todo cuanto haga (Schoenberg, 2005).
Así mismo, el estilo denota entre sus particularidades, dos enfoques o ángulos distintos. El primero de ellos tiene que ver con las relaciones con el creador de la obra y el segundo de la función del género a la cual pertenece. En el primer caso, esa relación con el creador es una especie de sello que el artista imprime a su concepción de la obra y que determina su originalidad, dependiendo de que el autor esté o no dotado de una personalidad particular. En ese sentido, estamos hablando o haciendo alusión a los procedimientos empleados, a los giros familiares de las frases más que a la conciencia creadora propiamente dicha.
Para Jan LaRue (2004), en su libro Análisis del estilo musical, pautas sobre la contribución a la música, el sonido, la armonía, la melodía, el ritmo y el crecimiento formal, el estilo puede definirse:
(...) como la elección de unos elementos sobre otros por parte del compositor, procedimientos específicos que le son propios en el desarrollo de un movimiento y de una configuración formal (o quizá, más recientemente, en la negación del movimiento o forma). Por extensión, podemos también percibir el particular estilo de un grupo de piezas a partir del uso continuo de un mismo tipo de elecciones; por lo demás, el estilo de un compositor, considerado como un todo, puede también ser descrito en términos estadísticos a partir del uso preferencial que hace, con mayor o menor constancia, de determinados elementos y procedimientos musicales (p.XII).
Esta definición, en la forma como lo plantea LaRue, coincide exactamente con el pensamiento de otros autores que se han visto en la tarea de estudiar el fenómeno del estilo musical. Leonard Meyer (2000), por ejemplo, ofrece una definición general de estilo, afirma:
“(...) la reproducción de modelos, tanto en el comportamiento humano como en los artefactos producidos por el comportamiento humano, que son producto de una serie de decisiones tomadas bajo una sistema de restricciones”.
Para Meyer, el estilo musical recurre a la elección de determinados patrones o elementos que una persona o grupo de personas repite total o parcialmente, un conjunto de decisiones en diferentes categorías que hace posible reconocer a la persona o al grupo de personas mediante el análisis de ese patrón.
Así mismo, Yamilé Jiménes Sánchez (1992), concuerda que el estilo en su sentido más extenso, reúne una cierta cantidad de elementos específicos en la obra de un compositor o de una importante tendencia o escuela en particular, así como los rasgos más visibles de un periodo musical. Sin embargo, destaca que ha habido un uso indiscriminado del término “estilo”, tipificando el concepto de manera muy general. A su juicio, el problema fundamental se concentra en torno a los valores y rasgos que limitan la aprehensión del fenómeno musical en toda su integridad. Para Sánchez, el estilo es “la combinación de elementos que existen en la esfera subjetiva y que encuentran su plasmación en un hecho objetivo" (evento sonoro en el caso de la música). Sin embargo, explica que al enfrentarnos con características como “dinamismo, mutabilidad y estabilidad, etc., el fenómeno se torna más amplio y complejo”.
El estilo, así como lo plantean estos autores, no debiera entenderse como un
reflejo del devenir histórico. Sánchez cree que es absolutamente necesario tener en
cuenta que a toda obra, compositor, tendencia, corriente, le es por derecho propio un
estilo, sea cual fuere el momento histórico concreto en que se desarrolla y, cómo han
ocurrido tipológicamente definidos, no implica, necesariamente, la ausencia de estilo
o estilos.
Bernardo. J. (1869). Filosofía elemental de la música ó sea la exégesis de las doctrinas conducentes a su mejor inteligencia. Lima: Imprenta Liberal.
Jiménez, Y. (1992). El estilo en música. Maracaibo: Ediciones Conservatorio.
Meyer, L. B. (2000). El estilo en la música. Teoría musical, historia e ideología. Madrid: Pirámide.
LaRue, J. (2004). Análisis del estilo musical. Barcelona: Editorial Labor.
Schoenberg, A. (2005). El estilo y la idea. Huelva: Idea Books.
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