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  • Foto del escritorDaniel Oropeza

Juan Rulfo y la música

Actualizado: 25 nov 2022

Los latinoamericanos

están pensando todo el día

en la muerte.


Juan Rulfo (1917 - 1986).



Como sabemos, Juan Rulfo es el autor de dos fantásticos libros de la literatura hispanoamericana y universal: El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955). Además de las letras y su pasión por la fotografía y el cine, se sabe muy poco de los gustos artísticos del escritor mexicano. Lo que sí se sabe, por testimonio de su familia y amigos, es que era un personaje bastante reservado y que le gustaba inventar historias cada vez que debía responder sobre su próxima novela. El periodista Fernando Benitez, en una entrevista muy amena, narra que la música y leer eran sus actividades favoritas y las que más tiempo dedicaba en las noches. Es conocido por el propio Benitez que Rulfo sufría de insomnio y que aprovechaba esos momentos para dedicar tiempo a la escritura (Benitez, 1986). 


Gracias a estas charlas que mantenía con Benítez, Juan Rulfo dejaba ver la profundidad de sus conocimientos musicales:


Me gusta particularmente la música de la Edad Media, del Renacimiento y del Barroco. Comparto en ese sentido los gustos de Juan José Bremer. Algo del Romanticismo, lo imprescindible. Escucho a Orlando de Lassus, a Perotinus Magnus, a Charpentier, a los Venecianos, me gustan también los cantos gregorianos, las misas, los réquiems y, desde luego, Vivaldi, Monteverdi, Gabrielli, Gesualdo. Casi tengo tantos discos y casetes como libros.




Ese gusto de Rulfo por la música se ve reflejado de algún modo en su literatura. Porque no hay duda, hay una musicalidad en sus narraciones, en las voces de los personajes, en el tiempo que transcurren las acciones de los personajes y en los ambientes donde estos personajes se desarrollan. Sobre esta musicalidad narrativa, el compositor Julio Estrada, quien ha dedicado muchos años al estudio de los sonidos dentro de la obra de Juan Rulfo, hace algunas reflexiones interesantes que vale la pena compartir y que las  compara como las de un autor de literatura musical concreta. Señala:


Rulfo nos adentra en su ámbito natal al recurrir a presencias históricas en una mixtura entre recuerdo e ilusión que formula de modo innovador con los residuos sonoros de una realidad suprimida; más que un asunto de música, su núcleo subyace en el vínculo entre lo real y lo imaginario.

Este núcleo no es más que una prosa que, como describe el propio Estrada, "invita a imaginar o a intuir, el sonar de canciones lejanas". Justamente, porque en las obras de Rulfo converge el imaginario popular y los sonidos propios del paisaje. Sonidos que recuerdan y recrean la canción popular mexicana y los ambientes de la escena rural mexicana. He aquí el vínculo entre lo real y lo imaginario. Rulfo lo advertía: lo que queda en Comala son las voces de lo que fueron sus habitantes.


Hecha de murmullos, silencios o voces interiores, Pedro Páramo podría en efecto aludir a aquellos músicos y a la música a través de Abundio Martínez y Doloritas Páramo (personajes), seres del campo y de la provincia, rurales y urbanos, último mensaje de una época fértil que recuerda con melancolía los cantos que conservan aún tradiciones del terruño.

Reina Roffé en su libro Juan Rulfo, autobiografía armada, escribe su fascinación por la forma en que la gente del campo interpreta la música mexicana:


La canción mexicana es triste, no hablo del corrido, de los boleros, de lo que cantaba Pedro Infante o Jorge Negrete, esas gentes raras. Sino simplemente de la canción del pueblo. Yo los he estado oyendo, a veces, en las noches; y no he dormido por oírlos cantar en el requinto -que le llaman allá en Jalisco-, una guitarra de cinco cuerdas. Son canciones que duran a veces dos y hasta tres horas, y entre una estrofa y otra se fuman un cigarro y se toman unos tragos de tequila, platican, y luego continúan con la canción. Y son muy tristes, a veces se pasan toda la noche cantando.

Los estudios sobre Pedro Páramo y El llano en llamas llevan muy marcado el carácter autobiográfico, lo que nos lleva a suponer que esas voces, esos murmullos que están en Comala son las voces de sus seres queridos: su padre, su madre, su abuelo, etcétera. Sabemos que Rulfo vivió de una manera muy dramática porque ya a los 11 años era huérfano de padre y de madre. Y efectivamente, cuando alguien se va lo que nos queda es la voz. En general, el recuerdo resonante de las voces. Su propio hijo dejó testimonio de la afinidad de su padre por la música, recordando que aunque en su casa todos eran callados y se comunicaban en señas, “como se hacía en el sur de Jalisco”, se hablaba mucho de música: “La música era nuestro camino conductual, a partir de ahí nos comunicábamos para decir lo que nos gustaba de la vida, y lo que queríamos hacia el futuro”. 

 

Estrada, J. (1990). El sonido en Rulfo. México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.


Estrada, J. (2008). El sonido en Rulfo: "el sonido ese". México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.


Estrada, J. (1990). Abundio Martínez y Doloritas Páramo, música en la realidad: silencios y murmullos en la novela. México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.


Rodriguez, S. (2017). Julio Estrada y el murmullo rulfiano. México: El Siglo de Torreón. Recuperado de:


Roffé, R. (1992). Juan Rulfo, autobiografía armada. Barcelona: Montecinos.



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