Sísifo es uno de aquellos personajes de la mitología griega que mejor se conoce por la variedad de textos que sobre éste se han escrito. A grosso modo, el mito que envuelve el personaje de Sísifo narra la trágica historia del héroe que se subleva contra los dioses y es castigado a cargar una inmensa roca desde la base de una montaña hasta su cima, para luego verla rodar una y otra vez hasta abajo sin ningún propósito o significado. Desarrollando una brillante reflexión sobre este mito, específicamente una filosofía del absurdo, Albert Camus (1913-1960) señala una relación significativa entre la condena que recibe Sísifo y la voluntad de este para oponerse, al mismo tiempo, al castigo de los dioses. En este punto, Camus hace una reflexión interesante que vale la pena comentar. Reflexiona:
Hay que pensar en esos artistas que conocen sus límites, no los sobrepasan nunca y, en ese intervalo precario donde su espíritu se instala, poseen la facilidad maravillosa de los maestros. Y cabalmente eso es el genio: la inteligencia que no conoce sus fronteras.
El intérprete, que también padece la trágica condena del personaje griego —cargar la roca hasta la cima para verla caer cuesta abajo una y otra vez—, también se opone así mismo y comprende de algún modo, sus propias limitaciones. El intérprete es el único capaz de trazar sus propias líneas fronterizas. Si no se reconocen las fronteras, no puede haber lo que se llama semiosis. Esa roca inmensa y sin alma simboliza solamente las potencias que el intérprete se niega.
Umberto Eco (1999), que hace algunas reflexiones interesantes acerca de la interpretación del texto y que podrían llevarse perfectamente al contexto de la interpretación musical, explica que:
una teoría interpretativa radical orientada hacia el lector es propugnada por quienes afirman que la única interpretación válida apunta a encontrar la intención original del autor. En algunos de mis escritos recientes he indicado que, entre la intención del autor (muy difícil de descubrir y con frecuencia irrelevante para la interpretación de un texto) y la intención del intérprete que (citando a Richard Rorty) sencillamente «golpea el texto hasta darle una forma que servirá para su propósito», existe una tercera posibilidad. Existe una intención del texto.
La intención del texto es pues, indefinida. Eco explica que el intento de buscar un significado final o definitivo conduce a la aceptación de una deriva o deslizamiento interminable del sentido. Esto conlleva, por tanto, a buscar la verdad. Esta verdad se identifica con lo que no se dice o se dice oscuramente y tiene que entenderse más allá por debajo de la superficie de un texto. Situación un tanto difícil porque conlleva a dos cosas fundamentales: conocimiento y sensibilidad. De allí surgen las primeras limitaciones. Harnoncuort (1929-2016) estudioso del tema, insiste que los «conocimientos no han de ser un fin en sí mismo, sino que únicamente han de poner a nuestro alcance los medios para una interpretación mejor, pues, al fin y al cabo, una interpretación sólo será fiel a la obra cuando la reproduzca con belleza y claridad» (La música como discurso sonoro, 2006, p.12-15).
Otro de los textos fundamentales que aportan a una reflexión sobre la interpretación, es el trabajo de John Rick (n.1957) sobre la interpretación musical. En ese libro se reflexiona acerca de varias cuestiones y una de ellas está relacionada con el intérprete moderno. En uno de los capítulos escrito por Peter Walls se cuestiona ¿Qué es exactamente lo que los intérpretes deberían intentar al ejecutar una obra? ¿Es más importante la fidelidad al carácter de la obra o hacer perceptible su contenido emocional? Al respecto, la respuesta más común es la de la fidelidad a la obra. Walls explica:
Si es responsabilidad del intérprete realizar las intenciones del compositor, entonces el primer paso es, sin duda, intentar comprender plenamente la música (...) El primer paso del juicio musical es decidir cuales son los elementos históricos que no incorporaremos para preservar el aspecto estético de la música.
En esto último, Walls coincide con Eco en una cosa: que hay criterios que limitan la interpretación. Sea del texto, sea de la música. El intérprete puede fantasear sobre los símbolos, y a partir de allí intentar una variedad de significados y referentes. Pero no tendría derecho a decir que el mensaje puede significar cualquier cosa. Puede significar muchas cosas, pero hay sentidos que sería ridículo sugerir. Ninguna teoría orientada hacia el lector o el oyente puede evitar esta limitación. Y en ese estado: el intérprete reconoce sus limitaciones. Las traza.
Sísifo siempre fue consciente del alcance de sus limitaciones y lo que implicaba arrastrar una roca de esas dimensiones sobre sus hombros. En cada instante en que abandona la cima para ir en busca de la roca, Sísifo es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. De alguna manera, el mito de Sísifo nos lleva a reflexionar sobre estas limitaciones y de qué manera somos capaces de enfrentarlas. Si hay algo que interpretar, la interpretación tiene que hablar de algo que debe encontrarse en algún sitio y que de algún modo debe respetarse. Para ello, Eco propone lo siguiente: «alineémonos primero con el esclavo. Es el único modo de llegar a ser, si no amos, al menos sirvientes respetuosos de la semiosis».
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Camus, A. (2018). El mito de Sísifo. España: Alianza Editoral.
Eco, U. (1997). Interpretación y reinterpretación. España: PRIMA GRÁFICAS, S.L.
Harnoncourt, N (2006). La música como discurso sonoro. Barcelona: Editorial Acantilado.
Rink, J. (2006). La interpretación musical. Madrid: Alianza Editorial
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